Recensión
El holocausto
César Vidal
Alianza Editorial, Madrid, 2004
315 páginas
A propósito de la shoá
Por Mario Noya
César Vidal no sólo saca tiempo para escribir todos los libros[1], también para revisar los que ya ha escrito. Tal es el caso de El Holocausto (Alianza de Bolsillo), que dio a la imprenta por vez primera en 1995 y que ahora vuelve a poner, ampliado, adisposición del público.
En el prólogo a esta nueva edición declara que se vio impulsado a componerlo (ayer) y recomponerlo (hoy) tras constatar el desconocimiento generalizado que sobre el Holocausto –la Shoá[2], según la denominación preferida por los judíos- mostraba y muestra la sociedad española, así como por “la insoportable –e intolerable- frivolidad con que políticos, periodistas y gentede a pie utiliza términos como ‘genocidio’, ‘exterminio’ o ‘nazismo’, sin percatarse quizá de que el igualar posturas y conductas no pocas veces reprobables con el Holocausto tan sólo contribuye a minimizar e incluso a trivializar una tragedia humana cuyas características son realmente muy específicas” (p. 8).
Ha olvidado nuestro autor mencionar a los ejecutores voluntarios de semejanteceremonia de la confusión. Nos referimos, claro está, a los antisemitas que disfrazan su fobia, que tan mala prensa tiene, con otra que no la tiene tanto (ni siquiera un poco, por mejor decir): el antisionismo, e intoxican el debate público aseverando que Israel está haciendo con los palestinos lo mismo que los nazis hicieron con los judíos.
La obra, por lo demás, se divide en trespartes: Antes de la guerra (1933-1939), Blitzkrieg (1939-1941) y La “Solución Final”, complementadas con una conclusión (¿Por qué tuvo lugar el Holocausto?) y unos apéndices con abundante –e imprescindible- documentación.
César Vidal comienza su estudio remontándose no a 1933, el año del ascenso de Adolf Hitler al poder, sino a la Biblia, donde ya es posible rastrear la negra sombra delantisemitismo. Así, en el relato del Éxodo podemos encontrar una serie de medidas judeófobas que han acompañado, como si de una plaga eterna se tratase, al pueblo de David a lo largo de su milenaria historia: confinamientos, disposiciones encaminadas a reducir su número o convertirlos en parias, asignación de trabajos impopulares, etcétera.
Del antisemitismo egipcio pasa Vidal a dar cuenta delejercido durante la Antigüedad Clásica, caracterizado bien por el desprecio que sentían gentes como Cicerón o Marcial por aquel pueblo incomprensiblemente monoteísta, bien por la aplicación de medidas que buscaban su asimilación forzosa. Entre éstas encontramos las debidas a Antíoco IV -“heredero iluminado del helenismo de Alejandro”-, que llegó a proscribir, so pena de muerte, el mero hecho deser judío.
La siguiente etapa del camino nos sitúa frente al antisemitismo de cariz religioso, del que se han servido tanto los católicos como los protestantes (estos últimos en menor medida, sostiene Vidal) y los musulmanes. Así, sabemos que la persecución contra los israelitas arreció cuando la Cruz y la Espada decidieron unir sus destinos (s.IV d.C); que “junto a la condena ideológicavendrá la caracterización, falsa y maligna, de lo que se considera prototipo judaico”[3]; que Lutero reclamó para los judíos alemanes la misma medicina que se aplicó a los sefardíes en 1492[4]; que el califa Omar fue el primero en obligar a los hebreos a llevar ropas distintivas… y que en el mundo musulmán todavía hoy se utilizan los hadiths [sentencias y tradiciones] de Mahoma como soporte dela judeofobia rampante en aquellas tierras[5].
La Ilustración y el reguero de revoluciones que desató en Europa tampoco se vieron libres del virus que nos preocupa, como ilustran los escritos de Voltaire y las razzias perpetradas en tiempos de la Revolución Francesa. Por seguir con el Hexágono, no dejaremos de mencionar el tristemente célebre affaire Dreyfus, que tuvo lugar en una…