La Santa Sede y la ONU
Adrián Rodríguez Alcocer
Desde que, en 1870, los Estados Pontificios fueron terminados de facto y el Papa Pío IX se negara a aceptar la indemnización ofrecida por Italia, quedando prisionero dentro de la colina del Vaticano, ha surgido un permanente debate sobre el papel de los representantes pontificios en las Relaciones Internaciones y ante otros Estados yOrganizaciones. El que la Santa Sede no dispusiera ya de un territorio físico (también llamado un “poder temporal”) hizo que los Estados dejasen de considerar al Papa como un soberano secular y lo vieran como a una simple autoridad religiosa.[1]
El debate acerca del pleno reconocimiento del Vaticano como un Estado hecho y derecho se ha extendido hasta nuestros días, pese a que, en 1929, con eltratado de Letrán, la Santa Sede se convirtió formalmente en un Estado. Hay que recordar que, tras la desaparición de los Estados Pontificios con la unificación italiana (1870), los Papas Pío IX, León XII, San Pío X y Benedicto XV, vivieron encerrados en la ciudad leonina y se mantuvieron en una especie de limbo jurisdiccional en cuanto a su poder temporal. Fue hasta que S.S. Pío XI, Pont. Max.negoció con el dictador fascista Benito Mussolini los términos de Letrán, que la Sede Apostólica volvió a contar con territorio e independencia.
Muchos criticaron, primero, la decisión del Santo Padre de negociar con la URSS y luego con Mussolini, y de firmar un concordato (1933) con la Alemania nacionalsocialista; y, después, de pedir una porción de tierra, de éste poder temporal que en nada secomparaba con los Estados Pontificios de antaño. Ante esto, el Sumo Pontífice respondió de forma elocuente —y, muy probablemente, sincera— como se ve a continuación:
En cuanto a las negociaciones con los regímenes totalitarios, Su Santidad Pío XI declaró:
Quando si trattasse di salvare qualche anima, di impedire un maggiore danno alle anime, ci sentiremmo il corraggio di trattare coldiavolo in persona.[2]
Lo que, traducido grosso modo, quiere decir: “cuando se trate de salvar cualquier alma, de impedir un mayor daño a las almas, sentiremos el coraje de tratar con el diablo en persona.” Y, en cuanto al poder temporal que pedía la Iglesia, declaró:
A todos quedará claro, esperamos, que el Soberano Pontífice no posee verdaderamente más que ésta porción de territorio material,indispensable para el ejercicio de un poder espiritual confiado a los hombres para el beneficio de los hombres. No dudamos en afirma que nos felicitamos de que así sea. Nos place ver que el terreno se haya reducido[3] de manera que puede y debe considerarse espiritualizado por la inmensa, sublime, y, en verdad, divina potencia espiritual a la que está destinado a sostener y servir.”[4]Pero, en fin. El asunto que ocupa a este ensayo es el del reconocimiento de la Santa Sede como un Estado miembro de las Naciones Unidas. Si bien la Iglesia, en su incorporación a la ONU, no pidió el reconocimiento como Estado miembro, éste tema ha permanecido en la mesa de debate entre la Curia Romana y los diversos Pontífices. Incluso se han realizado mesas y conferencias en el Vaticano con el finde determinar si se debe o no pedir el cambio de estatus. Actualmente es la Secretaría de Estado vaticana la encargada de meditar la cuestión.
Desde un punto de vista idealista-sistémico (tal será el enfoque cuyos presupuestos fundarán este ensayo), los Estados no son los únicos actores de las Relaciones Internacionales, sino que existe una pluralidad de organizaciones y entidades sub ysupranacionales que influyen en el Sistema Internacional. De esa forma, la Sede Apostólica ya goza de un papel importante en el marco de las mencionadas Relaciones Internaciones, pues la Santa Sede es, para tales efectos, lo mismo que la Iglesia Católica, institución es sí misma poderosa. Sin embargo, su influencia como actor supranacional no va en detrimento de que se le reconozca como un Estado…