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La nueva esclavitud
Por Eduardo Mendicutti
Publicado en el diario EL MUNDO el 22 de julio de 2001
Nada que celebren y defiendan los ricos y poderosos puede ser bueno para los pobres y débiles. Silos potentes empresarios elogian una cosa, esa cosa no puede ser buena para los trabajadores.
Si los gobernantes de los países más ricos elogian la globalización, está claro que la globalización esfunesta para los países sumidos en la miseria. De hecho, llevamos años de globalización y dos tercios de la población mundial sigue siendo infinitamente pobre.
La globalización es esa alevosía que haconseguido que todos dependamos de todos, y la verdad es que, dicho así -y así es, con unas palabras u otras, como lo dicen sus apóstoles-, puede sonar estupendo: se sugiere un equilibrio en ladependencia mutua, un esfuerzo y un beneficio compartidos, una especie de acuerdo entre caballeros, aceptado por todos los países del mundo para lograr el bien común.
Nada más falso. La dependencia esprofunda y perversamente asimétrica: los más ricos necesitan explotar y exprimir a los que son más pobres para poder prosperar hasta el delirio, y los más pobres necesitan dejarse explotar para podersobrevivir en sus desoladoras condiciones.
La globalización es, por encima de todo, una perversión económica -la información global, la cultura global, no existen-, y como tal se encuentra en manos de lasgrandes empresas, que sólo saben de beneficios y que han convertido a los gobiernos del mundo desarrollado en sus rehenes.
La economía global ha roto todas las fronteras, empezando por las de cualquiertipo de moral, y se mueve en un territorio en el que rige, por supuesto, la ley del más fuerte, con una particularidad: los más fuertes no aniquilan por completo a los más débiles, sino que losalimentan lo justo para que sobrevivan al límite de sus fuerzas y poder, así, continuar esclavizándolos.
Por eso la globalización permite, casi exige, gestos ampulosos como la condonación parcial o…