Cuántas veces en conversaciones y charlas entre maestros y maestras hemos dicho: “Esto habría que escribirlo, esto sí es la verdad de la escuela y no lo que cuentan en la tele o en los periódicos”. Y es que cada profesión vista desde dentro y trabajada todos los días difiere mucho de los estereotipos que la población en general tiene asumidos sobre ella. Y más en la enseñanza. Porque hay oficiosen los que los que los profesionales de los mismos gozan de una cierta autoridad y sus opiniones son respetadas, pero otras como la docencia no. Pocas personas le discuten a un médico o a un panadero sobre su trabajo, pero todo el mundo se ve capacitado a intervenir y opinar sobre la escuela, contradecir a los maestros y si es preciso ponerlos a parir. Visto desde esta óptica, la mayoría de losmaestros-as (en adelante usaré poco maestros-as, niños-as, padres-madres… por funcionalidad en la escritura y la lectura) se limitan a hacer su trabajo, a prepararse sus clases, a reciclarse, pero hablan poco de la escuela, excepto cuando se juntan varios en una boda o en la playa y a la media hora ya están charlando de la escuela apasionadamente. Harían falta más voces de los enseñantes en lasociedad para explicar qué es lo que hacemos de las nueve a las dos de la tarde con los niños en las escuelas.
Algunos maestros tenemos vocación literaria, lo que no significa que tengamos que ser buenos escribiendo. Hemos hecho nuestros pinitos en revistas, hemos escrito algún artículo en periódicos o nos hemos responsabilizado del periódico de la escuela. Esos periodiquillos que en ocasionesson verdaderas joyas literarias -yo los he visto-, pero en general, el maestro escribe poco, bastante tiene con corregir los trabajos y las libretas de los alumnos y alumnas. Pero sería importante contar la verdad de la escuela. Escribir sobre lo que ocurre en esa institución. Desmentir desde el tajo la cantidad de bulos, de mentiras y medias verdades que los periodistas o las autoridades políticasy educativas lanzan a la sociedad sobre la escuela, sobretodo cuando estamos en vísperas de elecciones. Pero es natural que callemos. Somos funcionarios y no interesa meternos en líos. A los maestros más inquietos y que levantan la voz los calla el sistema rápidamente con un puesto de liberado en los sindicatos, en los CEPs o en la Delegación. Pero insisto en que sería importante contar la verdadde la escuela. O al menos la propia verdad, como diría el poeta. Porque normalmente hablan y escriben de la escuela los pedagogos desde las universidades -sin estar trabajando con niños-, los inspectores o altos cargos de la administración educativa en revistas especializadas, para hacer méritos, o los políticos, para sacar votos; pero de los verdaderos currantes del tema se oyen pocas voces.Estos callan y trabajan y muchas veces se ríen de las patochadas que se oyen por ahí, aunque reconozco que no por el mero hecho de trabajar en la escuela el maestro es infalible, como el Papa (bueno, el Papa tampoco es infalible).
A mí me gusta escribir. La palabra impresa me atrae desde siempre porque tienes que hacer un ejercicio de reflexión antes de pasarlo al papel o a la pantalla. Unejercicio interno que ocurre menos con la palabra hablada. Además, con la escritura puedes borrar, alterar, poner y quitar hasta que te sale exactamente lo que quieres decir. Además, la palabra hablada está mediatizada por tus nervios, por tu físico, por la costumbre o no de hablar en público, por la timidez, por el auditorio… pero con la palabra escrita estamos todos más igualados, sólo intervienela inteligencia y lo que has aprendido a redactar en la escuela o fuera de ella, a poner en su forma exacta y ordenada el sujeto, el verbo y el predicado, los puntos y las comas. La palabra escrita es más democrática.
He escrito algunos ensayos cortos sobre la escuela pero después se han quedado olvidados en los cajones porque para un simple maestro, intentar publicar era bastante complicado,…