Los partidos políticos en Colombia y la actualidad
Siempre he pensado que el conflicto armado colombiano, (llamarlo así es una necesidad semántica que no agota ni resuelve las dudas sobre sunaturaleza) es rebelde a dejarse encajar en el marco de las teorías de la guerra y en los linderos de la juridicidad internacional clásica. Ni el mundo político ni el académico ni el intelectual han podidoforjar un consenso conceptual al respecto. Más aún, el debate ha servido más para crear fronteras y lagunas y agudizar la lucha ideológica que para allanar acuerdos que permitan avanzar hacia unasolución pacífica definitiva de nuestra situación de violencia. Si comparásemos la situación colombiana con otras experiencias violentas recientes en el mundo, con dificultad encontraremos similitudesimportantes. Y no porque seamos raros, o porque estemos afectados por algún virus que sólo se reproduce entre nosotros haciéndonos propensos a la violencia.
En síntesis, después de 40 años deesfuerzos por ganar el apoyo de la ciudadanía para el proyecto revolucionario, el balance para quienes se embarcaron en la lucha armada con una perspectiva pretendidamente altruista es desolador: prácticasterroristas, pillaje, asesinatos, crímenes de lesa humanidad, desprestigio, aislamiento nacional e internacional y nexos con el narcotráfico. Quiero reiterar algo que afirmé en otro escrito, que laviolencia ha jugado un papel reaccionario en Colombia. Si la teoría clásica de los conflictos armados internos se enriquece con el estudio de las situaciones de guerra civil, en nuestro caso se revienta.No basta con que existan grupos armados con una estructura directriz que actúan con base en un plan para la toma del poder, con que tengan cierto dominio territorial (cada vez más ínfimo, la selvaprofunda y la alta montaña) con que ejerzan algún tipo de autoridad sobre poblaciones (hoy el ejercicio de poder de tales grupos es de carácter delincuencial: secuestro, extorsión y asesinatos),…