EL PRINCIPE OSCURO
CHRISTINE FEEHAN
SERIE OSCURA. LIBRO I
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 1
No podía engañarse a sí mismo durante más tiempo. Despacio, con infinito cansancio, dejó a un lado el libro. Era unaprimera edición, encuadernado en cuero. Este era su fin. No podía soportarlo más. Los libros que tanto amaba no podrían ahuyentar durante más tiempo la infinita soledad de su existencia. El despacho estaba repleto de libros, desde el suelo hasta el techo, a lo largo de tres de las cuatro paredes de la habitación. Había leído todos y cada uno de ellos a lo largo de los siglos, algunos los conocía dememoria. Pero su mente no encontraba ya sosiego en ellos. Los libros alimentaban su intelecto, pero destrozaban su corazón.
– El problema no reside realmente en estar solo, sino en sentirse solo. Uno puede sentirse solo en mitad de una multitud, ¿no es verdad?
Mikhail se puso rígido, sólo sus ojos carentes de alma se movían con cautela, como los de un peligroso depredador olfateando el peligro.Inspiró profundamente, cerrando su mente al momento, mientras todos sus sentidos se extendían para localizar al intruso. Estaba solo. No podía equivocarse. Era el más viejo, el más poderoso, el más astuto. Nadie podría penetrar sus hechizos de protección. Nadie podía acercársele sin que él lo supiera. Intrigado, repitió las palabras, escuchando la voz. Mujer, joven, inteligente. Entreabrió sumente, sopesando los caminos hacia ella, buscando sus huellas mentales.
– He descubierto que es así -contestó él.
Se dio cuenta que contenía el aliento, que necesitaba de nuevo el contacto. Una humana. ¿Quién se interesaba por él? Estaba intrigado.
– En ocasiones, voy a la montaña y me quedo allí durante días, semanas, y no me encuentro sola, pero en una fiesta, rodeada de cientos de personas mesiento más sola que en cualquier otro lugar.
Una oleada de pasión hizo que su cuerpo se contrajera. La voz de la mujer llenaba su mente con su suavidad, era musical y sensual por la inocencia que desprendía. Mikhail no había experimentado ninguna emoción desde hacía siglos; su cuerpo no había querido una mujer durante cientos de años. Pero ahora, escuchando esta voz, la voz de una mujer humana,estaba perplejo al sentir el calor que se extendía por sus venas.
– ¿Cómo es que puedes hablarme?
– Siento mucho si te has sentido ofendido -Podía sentir que su arrepentimiento era sincero, sentía su disculpa- Tu dolor era tan extremo que no pude ignorarlo. Pensé que quizás querrías hablar. La muerte no es la respuesta a la infelicidad. Creo que ya lo sabes. En cualquier caso no hablaré más si nolo deseas.
– ¡No! -Su respuesta fue una orden despótica dada por un ser acostumbrado a una obediencia total.
Mikhail sintió la risa de la mujer antes de que el mismo sonido llegara a su mente. Suave, libre, incitante.
– ¿Estás acostumbrado a que todos los que te rodean te obedezcan?
– Por supuesto.
Mikhail no supo cómo interpretar la risa de ella. Estaba intrigado. Sentimientos. Emociones.Se amontonaban en su interior hasta sobrecogerlo.
– Eres europeo, ¿verdad? Rico, y muy, muy arrogante.
Se encontró a si mismo sonriendo con las bromas de la mujer. Él nunca sonreía. No lo hacía desde hacía más de seiscientos años.
– Has acertado en todo.
Se encontró de nuevo esperando la risa femenina, necesitándola con la sed que un adicto espera la droga. Cuando llegó fue un sonido ronco yalegre. Tan suave como el roce de unos dedos sobre su piel.
– Soy americana. Somos como el agua y el aceite, ¿no crees?
La había escogido, tenía su rastro. No se le escaparía.
– Las mujeres americanas pueden ser amaestradas, con los métodos adecuados -Arrastró las palabras deliberadamente, anticipando su reacción.
– Eres realmente arrogante.
Amó el sonido de su risa, lo saboreó y lo guardó…