DOÑA BÁRBARA
(1929)
Rómulo Gallegos
ÍNDICE (Páginas están estimadas por número)
Primera Parte
I. ¿Con quién vamos? 4
II. El descendiente del Cunavichero 9
III. La devoradora de hombres 12
IV. Uno solo y mil caminos distintos 18
V. La lanza en el muro 22
VI. El recuerdo de Asdrúbal 26
VII. El familiar 29
VIII. La doma 34
IX. La esfinge de la sabana 38
X. El espectro de LaBarquereña 40
XI. La bella durmiente 45
XII. Algún día será verdad 48
XIII. Los derechos de «Míster Peligro» 51
Segunda Parte
I. Un acontecimiento insólito 57
II. Los amansadores 63
III. Los rebullones 67
IV. El rodeo 71
V. Las mudanzas de doña Bárbara 76
VI. El espanto del Bramador 80
VII. Miel de aricas 82
VIII. Candelas y retoños 83
IX. Las veladas de la vaquería 87
X. La pasión sinnombre 93
XI. Soluciones imaginarias 95
XII. Coplas y pasajes 98
XIII. La Dañera y su sombra 103
Tercera Parte
I. El espanto de la sabana 107
II. Las tolvaneras 109
III. Ño Pernalete y otras calamidades 113
IV. Opuestos rumbos buscaban 118
V. La hora del hombre 120
VI. El inefable hallazgo 123
VII. El inescrutable designio 127
VIII. La gloria roja 128
IX. Los retozos de místerDanger 131
X. Entregando las obras 134
XI. Luz en la caverna 137
XII. Los puntos sobre las haches 139
XIII. La hija de los ríos 141
XIV. La estrella en la mira 144
XV. Toda horizontes, toda caminos… 145
Vocabulario de venezolanismos 148
Primera Parte
I. ¿Con quién vamos?
UN BONGO REMONTA EL ARAUCA BORDEANDO LAS BARRANCAS DE LA MARGEN DERECHA.
Dos bogas lo hacen avanzar mediante unalenta y penosa maniobra de galeotes. Insensibles al tórrido sol, los broncíneos cuerpos sudorosos, apenas cubiertos por unos mugrientos pantalones remangados a los muslos, alternativamente afincan en el limo del cauce largas palancas, cuyos cabos superiores sujetan contra los duros cojinetes de los robustos pectorales, y encorvados por el esfuerzo, le dan impulso a la embarcación, pasándoselabajo los pies de proa a popa, con pausados pasos laboriosos, como si marcharan por ella. Y mientras uno viene en silencio, jadeante sobre su pértiga, el otro vuelve al punto de partida reanudando la charla intermitente con que entretienen la recia faena, o entonando, tras un ruidoso respiro de alivio, alguna intencionada copla que aluda a los trabajos que pasa un bonguero, leguas y leguas de durasremontadas, a fuerza de palancas o coleándose, a tres, de las ramas de la vegetación ribereña.
En la paneta gobierna el patrón, viejo baquiano de los ríos y caños de la llanura apureña, con la diestra en la horqueta de la espadilla, atento al riesgo de las chorreras que se forman por entre los carameros que obstruyen el cauce, vigilante al aguaje que denunciare la presencia de algún caimán enacecho.
A bordo van dos pasajeros. Bajo la toldilla, un joven a quien la contextura vigorosa, sin ser atlética, y las facciones enérgicas y expresivas prestante gallardía casi altanera. Su aspecto y su indumentaria denuncian al hombre de la ciudad, cuidadoso del buen parecer. Como si en su espíritu combatieran dos sentimientos contrarios acerca de las cosas que lo rodean, a ratos la reposadaaltivez de su rostro se anima con una expresión de entusiasmo y le brilla la mirada vivaz en la contemplación del paisaje; pero, en seguida, frunce el entrecejo, y la boca se le contrae en un gesto de desaliento.
Su compañero de viaje es uno de esos hombres inquietantes, de facciones asiáticas, que hacen pensar en alguna semilla tártara caída en América quién sabe cuándo ni cómo. Un tipo de razasinferiores, crueles y sombrías, completamente diferente del de los pobladores de la llanura. Va tendido fuera de la toldilla, sobre su cobija, y finge dormir; pero ni el patrón ni los palanqueros lo pierden de vista.
Un sol cegante de mediodía llanero centellea en las aguas amarillas del Arauca y sobre los árboles que pueblan sus márgenes. Por entre las ventanas, que, a espacios, rompen la…