“El que se sirva de la fuerza sin miramientos ni recato ante el derramamiento de sangre habrá de obtener ventaja sobre el adversario, siempre que éste no actúe del mismo modo. Así, cada unojustifica al adversario y cada cual impulsa al otro a adoptar medidas extremas” Karl von Clausewitz 1
Durante los últimos 20 años hemos sido testigos de que el conflicto armado interno en Colombia se hacobrado la vida de al menos 70.000 personas, la gran mayoría de ellas civiles muertos fuera de combate. Decenas de miles han sido secuestrados, “desaparecidos” y torturados, y más de tres millones sehan visto obligados a abandonar sus hogares. En el curso de los 40 años del conflicto se han enfrentado las fuerzas de seguridad y los paramilitares, apoyados por el ejército, con los gruposguerrilleros en una lucha por el control del territorio y los recursos económicos. La población civil ha sido la más afectada por esta violencia. No sólo por haber quedado “atrapada entre dos fuegos”, sinoporque a menudo se la ha colocado en el punto de mira de forma directa y deliberada, por ejemplo para eliminar a quienes se considera que apoyan al “enemigo” o para sembrar el terror con el fin de“limpiar” territorios de interés económico o estratégico para los grupos armados o para aquellos que los respaldan.2
Las organizaciones guerrilleras colombianas han surgido y se han desarrollado a partirde percepciones de injusticias y agravios representados en las agresiones perpetradas contra el campesinado, la mala distribución de los recursos, la incapacidad estatal para proveer justicia ysatisfacer las necesidades de los más pobres, la exclusión política y la ausencia de posibilidades de transformación social por vías no armadas.
Las necesidades de mantenimiento de los ejércitosrebeldes se traducen en la búsqueda de recursos financieros cuyos orígenes son ilegítimos, lo que incrementa su carácter ilegal. Así se inicio una tendencia, al menos en algunos sectores de esas…