Como ser maestro mediador

CÓMO SER MAESTRO MEDIADOR
Lorenzo Tébar Belmonte

Ser profesor es una bella “profesión” Y ser educador es un sagrado “quehacer”. También hoy? especialmente hoy.
O. González de Cardedal La educación es un camino interminable, un arduo camino hacia una meta llamada utopía, una tarea de toda la sociedad, una misión noble. A lo largo de la historia las experiencias educativas, impulsadas por diversos carismas, han dejado referentes imprescindibles que hoy todavía siguen aportándonos luz. Al preguntarnos cómo ser maestros hoy, podemos encontrar preciosas respuestas que nos dan perfiles de profesor ideal, de maestros deslumbrantes, de creadores de escuelas que son hitos para el presente. Vamos a responder en esta cuestión con un modelo que compendia y resume muchos de los rasgos del maestro, profesional de la enseñanza, de la educación, del desarrollo potencial de los educandos, que marca un estilo de relación e interacción educativas, pero que genera un modelo capaz de generar autoestima y motivación a los educadores de hoy, para dinamizar sus aulas, sus escuelas. 1. SER MAESTRO EN UNA SOCIEDAD EN CONSTANTE CAMBIO. Alguien, con malévola intención o por ignorancia, se atrevió a profetizar que, con la invasión de las nuevas tecnologías en el mundo de la educación, los maestros tenían los días contados… Seguramente que este agorero no tenía muchas luces sobre la esencia y trascendencia de la educación. La vida nos está mostrando la imprescindible labor de los padres y educadores en la formación integral de cada ser humano y que la humanización y forja de actitudes, los valores y la responsabilidad ética no se logran sino a través de la interacción de cada persona con su entorno cultural, que las dimensiones formativas son enormemente complejas, como corresponde al desarrollo potencial y la realización más completa de cada ser. Los desafíos de la sociedad del conocimiento, impulsados por la globalización y la revolución digital, entre otros movimientos, nos hacen caminar en un mundo cada vez más incierto, en el vértigo del cambio. El horizonte que se está abriendo ante nuestros ojos es cada día más inabordable por la mente humana. Las enormes posibilidades que la suma del saber ha alcanzado hasta llegar al milenio en que vivimos, nos obliga a contemplar el futuro con enorme perplejidad. De ahí que la educación haya vuelto a plantearse como la panacea para afrontar la plétora de saberes y abrir al ser humano al sentido de su existencia. El aprender a lo largo de la vida se ha transformado en norma para una educación con visión de futuro. Pero esta inapelable realidad del cambio estructural de la que hablan los sociólogos, economistas y politólogos, nos lleva a los educadores a
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replantearnos nuestras seguridades y los paradigmas que fundamentan nuestra acción docente. Escuelas y educadores estamos en entredicho, porque no hemos asimilado el ritmo del progreso de nuestra sociedad. Ni las escuelas ni los educadores son ya los depositarios únicos del saber. El acceso a las fuentes del saber ha sido una irreversible y venturosa revolución para la humanidad. Pero esa misma evolución, crecimiento y obsolescencia de los saberes, junto con los nuevos métodos e instrumentos de acceso, imponen a la escuela una profunda revisión de sus fines y estructuras. La escuela necesita, con toda urgencia, una actualización y puesta al día en su proyecto educativo, para responder a los innumerables retos que le plantea una sociedad lanzada hacia una transformación imparable e irreversible. Los paradigmas que hasta hoy han fundamentado y dado vigor a las instituciones educativas deben ser revisados, …