Clemencia

Clemencia

Ignacio Manuel Altamirano

Índice
Capítulo I – Dos citas de los cuentos de Hoffmann Capítulo II – El mes de Diciembre de 1863 Capítulo III – El comandante Enrique Flores Capítulo IV – El comandante Fernando Valle Capítulo V – Llegada a Guadalajara Capítulo VI – Guadalajara de lejos Capítulo VII – Guadalajara de cerca Capítulo VIII – La prima Capítulo IX – La presentaciónCapítulo X – Las dos amigas Capítulo XI – Los dos amigos Capítulo XII – Amor Capítulo XIII – Celos Capítulo XIV – Revelación Capítulo XV – Un salón en Guadalajara Capítulo XVI – Frente a frente Capítulo XVII – La flor Capítulo XVIII – Clemencia Capítulo XIX – El porvenir Capítulo XX – Confidencias Capítulo XXI – El amor de Enrique Capítulo XXII – Otro poco de historia Capítulo XXIII – La última NavidadCapítulo XXIV – El desafío

Capitulo XXV – El carruaje Capítulo XXVI – Bien por mal Capítulo XXVII – Alter tulit honores Capítulo XXVIII – Prisión y regalos Capítulo XXIX – El traidor Capítulo XXX – Proceso y sentencia Capítulo XXXI – En capilla Capítulo XXXII – Antes de la ejecución Capítulo XXXIII – Desengaño Capítulo XXXIV – Sacrificio inútil Capítulo XXXV – El salvador Capítulo XXXVI – Lafatalidad Capítulo XXXVII – Bajo las palmas Epílogo

I

Dos citas de los cuentos de Hoffmann

Una noche de diciembre, mientras que el viento penetrante del invierno, acompañado de una lluvia menuda y glacial, ahuyentaba de las calles a los paseantes; varios amigos del doctor L. tomábamos el té, cómodamente abrigados en una pieza confortable de su linda aunque modesta casa. Cuando noslevantamos de la mesa, el doctor, después de ir a asomarse a una de las ventanas, que se apresuró a cerrar en seguida, vino a decirnos: – Caballeros, sigue lloviendo, y creo que cae nieve; sería una atrocidad que ustedes salieran con este tiempo endiablado, si es que desean partir. Me parece que harían ustedes mejor en permanecer aquí un rato más; lo pasaremos entretenidos charlando, que para eso son lasnoches de invierno. Vendrán ustedes a mi gabinete, que es al mismo tiempo mi salón, y verán buenos libros y algunos objetos de arte. Consentimos de buen grado y seguimos al doctor a su gabinete. Es éste una pieza amplia y elegante, en donde pensábamos encontrarnos uno o dos de esos espantosos esqueletos que forman el más rico adorno del estudio de un médico; pero con sumo placer notamos la ausenciade tan lúgubres huéspedes, no viendo allí más que preciosos estantes de madera de rosa, de una forma moderna y enteramente sencilla, que estaban llenos de libros ricamente encuadernados, y que tapizaban, por decirlo así, las paredes. Arriba de los estantes, porque apenas tendrían dos varas y media de altura, y en los huecos que dejaban, había colgados grabados bellísimos y raros, así comoretratos de familia. Sobre las mesas se veían algunos libros, más exquisitos todavía por su edición y su encuadernación. El doctor L…., que es un guapo joven de treinta años y soltero, ha servido en el Cuerpo Médico-militar y ha adquirido algún crédito en su profesión; pero sus estudios especiales no le han quitado su apasionada propensión a la bella literatura. Es un literato instruido y amable, unhombre de mundo, algo desencantado de la vida, pero lleno de sentimiento y de nobles y elevadas ideas. No gusta de escribir, pero estimula a sus amigos, les aconseja y, de ser rico, bien sabemos nosotros que la juventud contaría con un Mecenas, nosotros con un poderoso auxiliar y, sobre todo, los desgraciados con un padre, porque el doctor desempeña su santa misión como un filántropo, como unsacerdote. Eso más que todo nos ha hecho quererle y buscar su amistad como un tesoro inapreciable. Pero, dejando aparte la enumeración de sus cualidades que, lo confesamos, no importa gran cosa para entender esta humilde leyenda, y que sólo hacemos aquí como un justo elogio a tan excelente sujeto, continuaremos la narración. El doctor pidió a su criado una ponchera y lo necesario para prepararnos un…