CAPITULO III
LOUIS PASTEUR
¡LOS MICROBIOS SON UNA AMENAZA!
Treinta y dos años después de la muerte del gran Spallanzani, en 1831, la caza de
microbios se encontraba estacionada. Los animales microscópicos se hallaban sumidos
en el desprecio y el olvido, mientras que otras ciencias lograban rápidos progresos.
Antiestéticas y jadeantes locomotoras sembraban el pánico entre loscaballos de
Europa y de América. Poco después sería inventado el telégrafo. Se diseñaban nuevos
microscopios, pero a nadie se le ocurría usarlos ni se preocupaba por demostrar que
ciertos animalillos poseían la capacidad e cumplir una labor de utilidad tal como jamás
la realizaría una máquina de vapor. Ni siquiera se insinuaba la terrible posibilidad de
que esos despreciables microbiosfueran capaces de matar misteriosa y sigilosamente
a millones de seres humanos. Nadie sospechaba que eran unos asesinos más
efectivos que la guillotina y los cañones de Waterloo.
En el transcurso de varias semanas, ocho víctimas más del lobo rabioso murieron
con las gargantas resecas por los sofocantes tormentos de la hidrofobia. Sus alaridos
resonaban en los oídos de esta criatura tímida —alque algunos consideraban un
simplón— y el hierro candente que chamuscara las carnes del labrador dejó honda
huella en su memoria.
—¿Qué es lo que vuelve rabiosos a los lobos y a los perros, padre? ¿Por qué
mueren las personas cuando son mordidas por perros rabiosos? — preguntaba Louis.
Su padre, e! curtidor, era un viejo sargento de los ejércitos de Napoleón; había
visto caer a diezmil hombres víctimas de las balas, pero no tenía la menor idea de
cómo las enfermedades matan a la gente.
—Tal vez un demonio entra en el lobo, y si la voluntad de Dios lo quiere, muere
sin remedio —fuera, quizá, la contestación del piadoso curtidor; respuesta tan buena
como cualquier otra que el hombre más sabio o et médico más renombrado le
hubieran podido dar: en 1831 nadie conocía lacausa de la muerte de las personas
mordidas por perros rabiosos, pues el origen de todas las enfermedades era un
misterio. En aquella época, Pasteur era un muchacho atareado y
meticuloso, que en absoluto llamaba la atención. Su tiempo libre lo ocupaba en pintar
paisajes del río que corría próximo a la curtiduría. Sus modelos eran sus hermanas,
que terminaban aquellas sesiones con elcuello tieso y las espaldas adoloridas. Pintó
retratos de su madre, toscos y poco halagadores, que si bien no la favorecían eran
fieles al original.
Sólo Ehrenberg, el famoso alemán de cara rubicunda, defendió a los microbios; y
cuando no se encontraba en medio de una travesía o andaba ocupado recibiendo
medallas, sostenía largas y fútiles controversias sobre si tenían o no estómago; sobresi eran o no animales completos, pero diminutos, o sólo fragmentos de otros más
grandes; o si por ventura se traba de que fueran, tal vez, vegetales.
Pasteur, mientras tanto, seguía dedicado a sus libros: durante su estancia en el
modesto colegio de Arbois empezaron a dibujarse los rasgos buenos y malos de su
carácter, que hicieron más tarde de él una mezcla de contradicciones de lo másextraño que jamás ha existido. Era el alumno más joven del colegio, pero quería ser
monitor; tenía una ambición decidida por enseñar a los demás chicos y en especial a
tener autoridad sobre ellos. Llegó a ser monitor, y antes de cumplir los veinte años
fue una especie de profesor ayudante en el colegio de Besancon, donde trabajó con
todo ahínco e insistió en que todo el mundo trabajase conla misma intensidad que él.
Pasteur fue enviado por su padre a la Escuela Normal de París, en donde se
proponía hacer grandes cosas, pero la nostalgia por su país natal le obligó a
abandonar los estudios y regresó a Arbois, renuncian— do por el momento a sus
preciadas ambiciones. Al año siguiente retornó a París, a la misma Escuela Normal, y
esta vez permaneció en ella.
Fue entonces…