Metallica

Algunos minutos antes de las 8:00 p.m. se apagaron las luces y la oscuridad se tragó todo. Ese fue el preludio de un grito hondo que emitieron las más de 60 mil personas que esperaban, con laangustia y las ansias reprimidas, para ver a James Hetfield, Kirk Hammett, Lars Ulrich y Robert Trujillo encima del escenario tocando las primeras notas de Creeping death, canción con la que han abierto lamayoría de sus conciertos de la gira World Magnetic Tour, que promociona el álbum Death Magnetic. Hetfield, impecable, cantaba, como si acaso se tratara de una declaración de principios: “Que quedeescrito/Que se haga/Yo soy el enviado del elegido”, mientras el público frenético coreaba la frase.

Sin dar tregua, cero misericordia para la garganta y los oídos, comenzaron For whom the bell tolls,del álbum de 1980 Ride the lighting, uno de los temas clásicos de una banda que desde 1983 se ha dedicado a producir, más que canciones, himnos para generaciones enteras de aficionados al rock pesadoque alguna vez han cantado, guitarra de aire en mano, la letra de sus más legendarios clásicos: Enter sandman, One o Master of puppets.

El caso de Metallica es llamativo. Buena parte de lascanciones que, a grito herido, los aficionados piden a lo largo de la presentación provienen de sus primeros álbumes. No es un proceso matemático, pero, usualmente, un concierto de una banda cualquiera suelegirar alrededor de su material más reciente. El caso de Hetfield y compañía es el contrario: el grueso de sus toques, si no en cantidad sí en expectativa, proviene de los primeros años, las épocas enque su música era un grito transgresor, una genial anomalía. Y en Bogotá, con un sonido impecable y una infraestructura más que imponente, no fue la excepción.

Casi a las nueve de la noche cayóuna llovizna leve, mientras Hetfield le decía al público bogotano que no estaba preparado para escuchar algo pesado. Los asistentes, cómplices de su ídolo, le hicieron sentir que estaban preparados…